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El Duelo: Una adaptación a la pérdida

La vida es una continua suma de experiencias, y estas pueden ser tan agradables como desagradables. Una de las experiencias más desagradables que se puede experimentar es la muerte de un ser querido. Inevitablemente tarde o temprano se vive esa situación y ahí es cuando se inicia todo un proceso complejo en el que se experimentan de forma muy intensa gran cantidad de sensaciones que a veces pueden abrumar, es lo que se llama el duelo.

¿Qué es el duelo?

El duelo es la experiencia y el proceso que experimenta una persona para adaptarse a una pérdida. Cuando nos referimos a pérdida podemos referirnos a una gran variedad de situaciones, como por ejemplo el fallecimiento de un ser querido, la ruptura de una pareja o la pérdida de un empleo. A veces se puede experimentar un duelo con situaciones que nos son tan tangibles, como por ejemplo unos padres que sufren un duelo por la pérdida de un bebé que estaba por llegar, del cual ya tenían una representación y unas expectativas creadas.

Al ser seres sociales, todos/as nosotros/as, más tarde o más temprano pasaremos por esta experiencia. A veces la viviremos por primera vez siendo pequeños o bien siendo adultos, protagonizando esta situación o porque la sufre alguien cercano.

Cuando se está en un proceso de duelo se puede experimentar un amplio repertorio de sensaciones que en otras situaciones no se producen o lo hacen de una manera menos intensa. Esto que se presenta es totalmente normal en un proceso de duelo, y que lo que experimenta cada persona es único e individual respecto a las demás. Se pueden agrupar en estas cuatro categorías: Sentimientos, pensamientos, sensaciones físicas y conductas.

Sentimientos: La emoción más habitual es la tristeza y una de las formas más habituales de expresarla (que no la única) es el llanto. También es frecuente experimentar ira hacia los demás o hacia el propio fallecido, culpa, ansiedad, nostalgia, alivio, soledad o desamparo.

Pensamientos: Durante el proceso pueden aparecer diferentes tipos de pensamiento que o bien desaparecen al poco tiempo o permanecen un tiempo considerable. Algunos ejemplos son confusión, preocupación, incredulidad o sensación de presencia.

Sensaciones físicas: Hay ciertas sensaciones que son normales mientras se produce un duelo pero que pueden llegar a asustar si se cree que se deben a otros motivos. Algunas sensaciones físicas son presión en el pecho y garganta, falta de aire, vacío en el estómago, debilidad muscular o falta de energía.

Conductas: Es frecuente que se experimente alguna alteración en el sueño que se irá corrigiendo poco a poco. También es normal un cambio en la conducta alimentaria tanto por un aumento como por disminución de la ingesta. Además se puede presentar una conducta distraída, cierto aislamiento, sueños con el fallecido o intentos de evitar acordarse de él, llorar o acumular objetos que le pertenecieran.

Como se ha visto la cantidad de cosas que se pueden experimentar en el duelo es enorme, y todas y cada una de ellas son normales y totalmente válidas. Pero también hay que apuntar que si bien son normales dentro de este proceso, hay que tener cuidado de que se alarguen demasiado en el tiempo e intensidad.

 

El duelo como proceso

Dependiendo de los autores o teoría de referencia se puede entender el proceso de duelo de diferentes maneras. Uno de los más aceptados es el referente a las tareas, según el cual, la elaboración y la adaptación de una persona a la muerte de un ser querido se produce realizando cuatro tareas. Estas tareas no son lineales y aunque el orden tenga cierto sentido no son totalmente rígidas.

 

Tarea 1. Aceptar la realidad de la pérdida.

Cuando se muere alguien cercano se puede experimentar en un primer momento cierta irrealidad del acontecimiento, como si no pudiera ser verdad. Esto también puede ocurrir cuando la muerte es esperada, y es lógico que para adaptarse al fallecimiento de un ser querido el primer paso sea la aceptación de que se ha ido y no va a volver. Es normal experimentar, sobre todo al principio, cierta negación de la muerte. Esta se puede experimentar de gran cantidad de formas desde unas más sutiles, como por ejemplo seguir poniendo su plato y cubiertos a la mesa, a otras más intensas. Asistir al funeral o ver el cuerpo del fallecido son cosas que pueden ayudar a aceptar la realidad. La elaboración de esta tarea se lleva a cabo cuando se acepta la pérdida tanto “racionalmente” como “emocionalmente”.

 

Tarea 2. Elaborar el dolor de la pérdida.

Es inevitable sentir cierto dolor cuando se pierde a alguien con el que se ha estado unido. Como se ha comentado anteriormente el abanico de sentimientos y sensaciones que se pueden experimentar es enorme. Es normal que en un primer momento, se intente amortiguar el impacto emocional de la pérdida, para que ese sufrimiento no nos sobrepase. Incluso la negación de la pérdida tiene una función protectora, pero si no se elaboran todos esos sentimientos pueden afectar más a largo plazo. A veces somos nosotros mismos quienes intentamos evitar experimentar todo el malestar, y otras veces son las personas cercanas quienes (por intentar ayudar o no sentirse incómodas) mandan mensajes de este tipo como por ejemplo “él no querría que estuvieras así de triste”. Cada uno puede sentir de diferente manera e intensidad el dolor de la pérdida pero es necesario realizar esta tarea para adaptarse de forma adecuada a una vida sin el fallecido.

 

Tarea 3. Adaptarse a un mundo sin el fallecido.

Tras la pérdida de alguien cercano es necesaria una adaptación en una gran cantidad de situaciones. No se suele ser consciente de las consecuencias de la falta de una persona hasta que se produce y no solo se pierde a ella si no también ese rol y todo lo que conlleva. Por ejemplo si un miembro de una pareja fallece puede perderse también a quien se encargaba de la contabilidad de la casa, realizaba las tareas domésticas, el cuidado de la mascota o la educación de los hijos. Además también puede verse afectado el futuro si ambas personas habían planificado unas metas juntas. A veces también puede haber un impacto en la propia identidad si alguien se define a sí mismo o a su valía en función o como complemento de la otra persona. Esta tarea puede llevar a adquirir nuevas habilidades o a una redefinición de la identidad y valores que en algunos casos puede aportar algo positivo.

 

Tarea 4. Hallar una conexión perdurable con el fallecido al embarcarse en una vida nueva.

La muerte de alguien cercano no supone eliminar todo recuerdo, vínculo u objeto ni es posible hacer esto. Esta tarea consiste en establecer otra conexión con el fallecido que nos permita recordarlo y llevarlo con nosotros mientras seguimos con nuestras vidas. Esta nueva forma supone relacionarse con la persona perdida sin sufrimiento intenso y ayuda a llevar una vida nueva de manera eficaz haciendo también sitio para las nuevas relaciones.

 

¿Cuánto dura un duelo?

El duelo es un proceso único para cada persona que varía en duración e intensidad, pues hay numerosos factores (muchos de ellos individuales) que influyen en su vivencia y elaboración. Por este motivo no es conveniente establecer unos tiempos inflexibles. Algunos autores hablan de entre un año y dos. Según este modelo de tareas, el duelo finaliza cuando se llevan a cabo las cuatro.

Al final de este proceso el superviviente podrá acordarse del fallecido, aunque experimente cierta tristeza o nostalgia, pero sin sentir ese dolor. Se retoma con interés la vida, se establecen nuevas relaciones, expectativas e ilusiones.

 

Duelo complicado

Cuando hay algo que impide la elaboración del duelo y este se estanca se puede decir que hay un duelo complicado o patológico. En el duelo complicado la persona se puede sentir sobrepasada por sus emociones, sentir que su vida se ha quedado anclada con ese acontecimiento o recurrir a conductas inadecuadas.

Se podría decir que un duelo complicado no tiene tanto que ver con lo que siente o hace una persona, si no con la intensidad y duración de estas respuestas. Lo que puede ser normal al principio de un proceso de duelo puede que sea problemático pasado un tiempo.

 

¿Cuándo acudir al psicoterapeuta por un duelo?

Cuando una persona acaba de perder a un ser querido es normal que se sienta abrumada por toda la situación, las emociones y sensaciones que siente y todos los cambios que ello conlleva. Aunque al principio la intensidad de esta situación sea muy elevada no quiere decir que se necesite ir a consulta. Una persona puede superar de forma normal un duelo sin necesidad de un profesional.

Dicho esto hay algunas variables que pueden hacer que sea positivo acudir a un psicoterapeuta. Hay ciertas características de cómo se ha producido la muerte del ser querido que pueden hacer más difícil el duelo como por ejemplo un suicidio o una muerte repentina. El tipo de vínculo que se tenga con el fallecido también influye bastante en la elaboración o como se gestionen todas las emociones presentes en el proceso.

Si se es consciente de que hay alguna dificultad en la elaboración de alguna de las tareas sería adecuado pedir ayuda, porque una mala gestión de estas tendrá repercusión en el futuro. O bien si uno se siente que no avanza en su vida y no se siente capaz de continuar. En cualquier caso, si hay alguna duda siempre se puede consultar a un profesional.

 


Jesús M. Calderón

M-31505

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