Nuestra profesión está llena de estigmas de todo tipo. Los y las profesionales de la Psicología solemos luchar contra todos ellos, pero a veces, somos quienes fomentamos alguno de estos estigmas. ¿De qué forma? Realizando malas praxis, por ejemplo.
Existen, al igual que en cualquier área profesional, malas prácticas profesionales. El problema viene cuando alguien que va al psicólogo sufre esas malas praxis y no se da cuenta. ¿Es posible que nuestro psicólogo esté realizando prácticas poco éticas sin que nos demos cuenta? Sí, siempre y cuando no conozcamos el código deontológico del psicólogo (e incluso en ese caso, también podría ser).
De hecho, las formas más sutiles de faltas a la ética profesional son las relativas a la aparición de intereses personales (económicos, sobre todo). La psicología, como disciplina compleja, en la que existen muchas variables que han de tomarse en cuenta, puede llegar a generar confusión a los pacientes o usuarios, ya que es posible que ante la misma situación, dos terapeutas traten a una persona de forma muy diferente.
Esta misma complejidad es la que puede dar alas a quienes tienen una motivación de lucro por encima de cualquier otra motivación profesional. Al fin y al cabo, ¿quiénes somos para discutir el que nuestro psicólogo nos diga que necesitamos ir a terapia todas las semanas durante años y años?
Y es que la dependencia a la terapia es un fenómeno que se produce con mucha frecuencia. De hecho, el o la profesional es quien debe detectar esa situación y ponerle freno de alguna forma. ¿Cómo? En primer lugar, lo correcto sería evaluar todo el proceso y tratar de reconducirlo, promoviendo al máximo la autonomía e independencia del paciente en su día a día. Pero si esto no es posible (que es lo habitual), lo recomendado y yo diría que obligatorio (desde un punto de vista moral) es que se derive a otro profesional y que se inicie una nueva alianza terapéutica.
Sabemos que existe mucha diversidad en las casuísticas de nuestros pacientes o clientes. Es más, existen dificultades que requieren de un proceso terapéutico más prolongado en el tiempo. Pero no tenemos que perder de vista que son muy pocas las casuísticas que van a requerir de procesos terapéuticos excesivamente largos (y caros, por tanto). La psicología tiene poderosas herramientas para trabajar dificultades llevando a cabo procesos terapéuticos breves para un abanico amplísimo de problemas, dificultades y trastornos.
Ir al psicólogo es una decisión que va a cambiarnos la vida, y qué mejor que asegurarnos de que ese cambio sea positivo y factible. Para ello, lo más indicado es informarse acerca de lo que hace y lo que no hace un psicólogo. Informándonos vamos a reducir nuestra incertidumbre y estaremos mucho más capacitados para detectar cualquier anomalía o mala praxis.
Muy buen artículo Alberto!! ??????