Hoy, 20 de marzo se conmemora el día mundial de la felicidad. Este día fue elegido a propuesta de la ONU, considerando la importancia que tiene para las personas el ser feliz. Este día tiene como embajador a todo un país con una curiosa historia, Bután.
Es innegable que la felicidad es una variable capital en lo que al análisis de la calidad de vida se refiere, y es por eso por lo que en esta entrada se reflexionará acerca de la felicidad. Particularmente, de cómo un concepto tan importante parece estar mercantilizándose cada vez más.
Más que 5 tips para ser feliz, quisiera aportar 5 pequeñas reflexiones acerca de cómo el concepto de felicidad está siendo enfocado a intereses diferentes a los de la propia salud mental.
1. La felicidad vs el placer
«Si te compras este coche serás feliz». Este no es el reclamo explícito de ningún anuncio, pero sí es el mensaje que lanzan cientos de anuncios todos los días. Podemos ver cómo personas que salen en esos anuncios de TV o de cualquier página de internet aparentan tener vidas plenas a causa de haber comprado un determinado producto o contratado un determinado servicio.
Hacer una pizza puede resolver conflictos familiares (pero no una pizza cualquiera, una pizza de una determinada marca). Utilizar un determinado perfume nos hace más seguros, atrevidos o transgresores. Y utilizar un determinado desodorante nos hace más atractivos.
La cohesión familiar, la seguridad o una buena autopercepción son algunas de las muchísimas entidades que forman parte de lo que muchos consideran «una vida feliz». Pero el matiz está en lo implícito, por eso no se suele hablar de felicidad en los spots de cualquier producto o servicio, porque aunque suelan mostrar lo que el ciudadano de a pie asocia con felicidad, lo que realmente están enseñando es placer.
El placer no tiene que ir acompañado de felicidad. El consumo de drogas se caracteriza por la obtención de un placer inmediato difícilmente sustituible por otra actividad, pero un consumo de sustancias mantenido en el tiempo se suele convertir en una adicción, y una adicción es algo bastante opuesto a la felicidad.
2. La felicidad: ¿ser o tener?
Quizá no sea este el sitio ni el momento para hacernos la pregunta de qué es ser feliz. Dejémosle esta tediosa labor a los filósofos y a las filósofas. Pero qué menos que plantear la vinculación de la felicidad con el ser, o con el tener.
A menudo vemos personas que poseen infinidad de bienes materiales de muchísimo valor que no se sientes plenas, que viven preocupadas, malhumoradas. Y, por otro lado, a menudo encontramos personas que no poseen tantos bienes materiales y viven en paz con ellas mismas.
Si la felicidad tuviera una estrecha relación con el tener, esto no debería ocurrir, o al menos no tanto, o al menos no de esta forma. La felicidad sí parece tener una relación algo más congruente con el ser. Ser como forma de situarnos en el mundo, como actitud en la vida.
Más allá del debate de si el dinero da o no la felicidad, que creo que es un debate diferente al que estamos planteando aquí, la felicidad seguramente tenga que ver con ser que con tener. De lo contrario, no creo que Bután pudiera ser uno de los países más «felices» del mundo.
3. La «tiranía» de la felicidad
Sea cual sea la concepción que se tenga de la felicidad, cada persona la gestiona de una forma diferente. Al igual que en otros muchos aspectos de la vida, la gente tiene sus ritmos, formas, objetivos, expectativas…
Pero, al vivir en un mundo muy conectado, nos llega mucha información, y esta información es difícil que no nos afecte o incluso condicione en muchos casos. Tratar de ser feliz a toda costa y en todo momento es un mensaje que nos llega no de forma aislada, sino de forma bastante habitual.
Pero la propia vida es, en muchas ocasiones, incompatible con esos mensajes. Existen momentos de dolor, ya que el dolor forma parte de la vida. También existen momentos de angustia, de tristeza o de ira. Por lo tanto, es interesante reflexionar acerca de cómo a veces nos sentimos presionados a ser felices sin fundamento alguno más que el de la influencia externa.
4. Ilusión de control y felicidad
La ilusión de control es un fenómeno cognitivo a través del cual los seres humanos percibimos tener más control del que realmente tenemos sobre cualquier evento de nuestra vida. Hilando este fenómeno con el punto anterior, la felicidad, a veces, no depende únicamente de nosotros, no al 100%. En la vida existe mucha incertidumbre y es interesante hablar de este punto también.
A veces, una persona puede tener la más firme de las voluntades de ser feliz y tener días plenos, pero su contexto más cercano le es totalmente desfavorable. Y sí, hay personas muy resilientes que lo afrontan y superan, haciéndose más fuertes y prosperando… pero no convirtamos esto en una obligación o menospreciemos a quien no es capaz de sobreponerse a la adversidad, porque la resiliencia no es la norma.
5. La felicidad no se logra, se trabaja
«Fueron felices y comieron perdices…» y después… ¿qué? ¿Qué pasó cuando se enamoraron y se fueron a vivir juntos? ¿Cómo se repartieron las tareas de casa? ¿Cómo afrontaron las discrepancias que surgían…? Utilizando este recurso tan habitual en el mundo de la ficción, siempre se nos muestra ese momento «feliz», cumbre, que por supuesto coincide con el final de la historia.
Pero en la vida real, ese momento no es el final, de hecho puede suponer el inicio de toda una historia en la que hemos de trabajar la relación de pareja, si es el caso, o la nueva situación que tenemos en este momento (adopción de una mascota, un cambio de trabajo, un traslado de residencia, largo etc.).
No somos sujetos pasivos de nuestro bienestar emocional. Por ello, si uno quiere conseguir ser feliz inevitablemente ha de tomar decisiones para serlo.
Alberto Álamo
Nº Col. AN08736