Diciembre…esa época del año en la que las calles se llenan de luces, los escaparates son adornados con muérdago y nieve artificial, empiezan a venderse de nuevo los turrones en los supermercados…
La Navidad ya está a la vuelta de la esquina. Todos pensamos en qué regalos nos gustaría recibir, y los peques de la casa, ilusionados, señalan en los catálogos de las tiendas aquellos juguetes que más les gustan para ir escribiendo la carta a los Reyes.
Aunque este año será diferente, quizá no pudiendo cenar con todos los familiares de siempre, viendo a los amigos de lejos mientras mantenemos la distancia de seguridad y llevamos las mascarillas, y siempre con el gel hidroalcohólico a mano…hay cosas que, tristemente, no cambian.
Y generalmente, año tras año, los Reyes Magos les traen a las niñas esa cocinita tan chula, la princesita con su vestido rosa, o el set de maquillaje y peluquería. Y los niños desenvuelven coches teledirigidos, dinosaurios y el kit del aventurero pirata.
Pero también hay niñas pirata y niños cocineros. Sin embargo muchas veces los Reyes Magos no les regalan lo que han pedido porque “eso son juegos para chicos” o “los niños no deben jugar con muñecas”. Y a veces, sin querer, Sus Majestades de Oriente limitan la imaginación y creatividad de los más pequeños al preparar los regalos según estereotipos de género.
Estos estereotipos están fuertemente arraigados en nuestra cultura y, aunque poco a poco se van viendo cambios, cuesta modificarlos. Son esas creencias sobre cómo deben comportarse las mujeres y los hombres, los papeles que deben desempeñar e incluso lo que se espera de ellos sobre cómo deben relacionarse entre sí. Son prejuicios sobre las características que cada sexo debería poseer y los roles que debe cumplir en la sociedad, y están ampliamente extendidos en la sociedad.
Si bien puede parecer algo poco importante, que responde a la tradición y ser tomado como algo trivial, no es así, puesto que la presencia de estos estereotipos es muy nociva, sobre todo en niños y niñas sin importar el momento evolutivo. Éstos limitan su capacidad para desarrollar sus diferentes características y facultades personales, que no están ligadas en absoluto con el sexo con el que hayan nacido ni con el género con el que se identifiquen, y les coartan la libertad a la hora de tomar decisiones en su vida y su proyecto vital, como por ejemplo, la elección de su carrera profesional.
En una sociedad cada vez menos binaria, más libre y evolucionada, no hay que olvidar que los juguetes no tienen género, y que sirven para divertirse, disfrutar e imaginar.
Ojalá este año tan atípico consiga traer el cambio también para poder dar un paso más en igualdad.
Ojalá este año Melchor, Gaspar y Baltasar tengan más en cuenta los deseos de los que escriben las cartas que las creencias erróneas de la sociedad sobre que las niñas deben jugar a cosas relacionadas con el cuidado de casa, bebés y ser bellas y los niños a descubrir, competir y ganar.
Ojalá este año los regalos no sean sexistas.