Definimos el apego como un vínculo emocional que conecta a dos personas y que se mantiene en el tiempo. El primero en desarrollar este término fue John Bowlby, un psiquiatra y psicoanalista que dedicó su vida profesional a investigar acerca de las relaciones interpersonales, concretamente acerca de los vínculos formados entre un bebé y sus cuidadores desde el momento de su nacimiento.
Esta teoría afirma que cuando entre un niño y su cuidador existe una relación de cuidado, cálida, íntima y continua, ambas partes obtendrán satisfacción y propiciará un adecuado desarrollo cognitivo y mental del menor. Esto, además, le permitirá al niño crear relaciones seguras y hacer frente a las adversidades en un futuro. Pero este dato no se refiere solamente a los niños, sino que se extiende hasta adolescentes y adultos.
Y es que los vínculos afectivos de nuestra infancia influyen en las acciones,
conductas y relaciones que creamos a lo largo de toda la vida.
Las experiencias vividas en estos primeros meses y años de vida influirán en las expectativas y creencias que el niño desarrolle acerca de las relaciones interpersonales. Hablamos de expectativas y creencias acerca de sí mismo y de los demás que se convierten en parte de su personalidad e influirán en las futuras relaciones y en la interpretación de la conducta de las diferentes personas que se vaya encontrando a lo largo de su vida. Es decir, nuestras creencias van a hacer que veamos las conductas de los demás de una u otra manera, por lo que una misma conducta puede afectar de manera diferente a dos personas. Lo que nos va a llevar a generar relaciones muy diversas.
Vamos a dividir estas creencias en dos grupos:
👉🏻 Creencias acerca de uno mismo: opinión que tiene la persona acerca de sí mismo respecto a su valor y a ser merecedor de ser cuidado.
👉🏻 Creencias acerca de los demás: opinión que tiene la persona acerca de la capacidad de las figuras de apego de ser confiables y protectores.
En base a estas creencias Bowlby, Ainsworth y otros profesionales definieron los diferentes estilos de apego con el objetivo de analizar mejor las relaciones interpersonales.
Hablemos de los estilos de apego
Apego seguro: el niño o niña muestra una actitud de exploración del entorno activa, es fácil de consolar por el cuidador y se muestra disgustado cuando éste se ausenta. Este apego se forma cuando el cuidador tiene la capacidad de rebajar la ansiedad del niño en las situaciones de estrés o miedo y le aporta cariño y protección.
En la edad adulta, las personas con un apego seguro tienden a mostrar unas creencias más positivas tanto de los demás como de sí mismos, es decir, el nivel de ansiedad por abandono es bajo y no evitan la cercanía emocional con otras personas. La regulación emocional, aunque puede variar, tiende a ser buena.
Apego inseguro evitativo: estos niños tienden a distanciarse de las figuras de apego y no lloran cuando éste se ausenta. Además, suelen evitar el contacto cercano. Este apego se forma en el caso de que los progenitores se muestren negligentes en el cuidado del bebé, no aporten la sensación de protección o cuidado necesaria o incluso exista un maltrato psicológico. En estos casos, el bebé no percibe a la persona cuidadora como alguien que puede calmarle, por lo que tiende a ignorarlo.
En la edad adulta, este apego se caracteriza por tener unas creencias positivas de sí mismo pero negativas hacia los demás. Puede mostrarse de esta manera:
- Distanciamiento emocional
- Dificultad para hablar de emociones y sentimientos
- Alto nivel de autonomía o independencia
- Desconfianza hacia los demás
- Evitación de relaciones que suponen un alto nivel de intimidad.
Apego inseguro ansioso o ambivalente: estos bebés reaccionan intensamente en momentos de separación de la figura cuidadora, no se calman con facilidad y suelen mostrar niveles altos de ansiedad. Este estilo de apego se origina cuando las figuras de apego no presentan una estabilidad en la atención del niño. Por lo tanto, el niño muestra miedo de no tener a su cuidador en caso de necesitarlo.
Este apego, en la edad adulta, se caracteriza por tener una idea negativa de sí mismo y positiva hacia los demás. Se puede mostrar de esta manera:
- Deseo y buena capacidad de cercanía emocional.
- Alto nivel de ansiedad ante el abandono y/o rechazo.
- Alto nivel de dependencia hacia las personas más cercanas.
- Necesidad de aprobación.
- En ocasiones, dificultad para confiar en los demás.
Apego inseguro desorganizado: en este caso el bebé tiende a realizar conductas conflictivas hacia la madre y/o padre y, en ocasiones, muestra miedo hacia esta figura. En otras ocasiones, el niño o adolescente realiza conductas de humillación hacia la figura de apego principal. Muchas veces este apego viene derivado de unas relaciones en la infancia muy inconsistentes, con situaciones de abuso y/o maltrato hacia el menor.
En la edad adulta, las personas con un apego predominante desorganizado muestran una idea negativa tanto de sí mismo como de los demás. Se puede mostrar de esta manera:
- Búsqueda del contacto y la intimidad, pero gran desconfianza en los demás.
- Miedo al rechazo.
- Baja autoestima.
- Dificultad para regular las emociones.
- Conductas contradictorias.
¿Cómo podemos saber cuál es nuestro estilo de apego?
Es importante que tengamos en cuenta que, aunque solemos mostrar un estilo de apego predominante, es posible que, dependiendo de la persona y de la relación, desarrollemos un estilo u otro. Incluso, dentro de un mismo estilo de apego, éste puede mostrarse con una intensidad diferente.
Recuerda que detrás de las relaciones existe una historia personal, un sinfín de
creencias, miedos e inseguridades que nos hacen ver las situaciones y las conductas de maneras muy diferentes.
Si comenzamos a observar nuestros patrones de comportamiento, nuestras
necesidades y nuestros miedos en las relaciones que establecemos, podremos ser más conscientes de cómo influyen en nuestras vidas.
¿Es posible cambiar a un estilo de apego seguro?
¡Claro! Con trabajo podemos ir encaminándonos hacia relacionas más sanas y más seguras, donde nos sintamos cómodos y la angustia no sea una constante. ¿Qué necesitamos?
- Identifica los comportamientos que activan en ti el nerviosismo y la angustia: ¿Qué es lo que pasa? ¿Cómo actúas tú ante ese sentimiento?
- Observa tus necesidades en una relación: ¿Qué es lo que esperas de la otra persona? ¿Qué es lo que priorizas? ¿De dónde vienen esas necesidades?
- Analiza tus inseguridades y tus miedos: ¿Cuándo aparecen? ¿Cómo crees que están influyendo en tus relaciones?
- Piensa en lo que significa para ti un apego seguro y una relación sana y observa si tiendes a mostrar dificultades en alguna de sus características.
Trabajar en nuestros pensamientos y creencias e identificar las que actualmente nos están generando malestar es un trabajo emocional difícil, pero nos permite comenzar a conocernos mejor y a crear relaciones mucho más satisfactorias. Si sientes que tus vínculos te generan demasiada angustia o tienes dificultades para establecer relaciones seguras, no dudes en acudir a terapia. Un profesional puede guiarte en todo el proceso y ayudarte con tus objetivos 😌💙
Ainhoa Eguia – Nº. Colegiada BI05429