Si por algo destacan las fiestas navideñas es por todo un sinfín de actos y situaciones con un marcado carácter tradicional. Cenas a las que, en principio «hay que ir», regalos que «se tienen que hacer» o gente a la que «hay que ver»… Seguro que te suena, ¿verdad? Desde la reflexión en clave psicológica, es interesante plantearnos hasta dónde llega la tradición y dónde comienza la obligación en navidades.
¿Por qué las tradiciones navideñas son tan masivamente seguidas?
Una tradición, desde un punto de vista racional, no es más que la repetición de una situación a la que atribuimos un determinado significado en base a variables propias de dicha situación (temporales o estacionales en muchas ocasiones). La cuestión principal aquí es el significado y, sobre todo, el vínculo emocional que nos une a cada tradición o costumbre.
Es decir, las tradiciones no tendrían sentido si no se analizaran asumiendo que existe una parte emocional que las dota de sentido. En el caso de la navidad, es curioso como son muchas las familias que decoran sus casas independientemente de la confesión religiosa que tengan.
Las tradiciones navideñas, como toda tradición con recorrido histórico, generan, además de un determinado estado emocional, acompañado y reforzado por el resto de la sociedad (medios de comunicación, luces, mensajes a través de todo tipo de canales…), una identidad. De hecho, las tradiciones conforman uno de los componentes de la identidad cultural, y la identidad cultural, a su vez, permite y/o facilita la integración del individuo en el grupo, identificándose con sus iguales a través de rasgos comunes, propios de esa identidad cultural.
Para poder sentirme pleno/a, ¿he de seguir todas las tradiciones y ritos de las fiestas navideñas?
No, por supuesto que no. De hecho, es altamente probable que si una persona no se para a pensar si le apetece o no le apetece hacer o estar en según qué situaciones, viva momentos de estrés o frustración durante las fiestas navideñas.
En este sentido, lo interesante es, tal como dice el filósofo José Carlos Ruiz en su libro El Arte de Pensar, «activar el botón del pensamiento crítico«, que de por sí es una buena invitación para cualquier contexto vital. Activar este botón se puede traducir en cuestionar si las tradiciones que están establecidas son compatibles o congruentes con las variables psicosociales que manejamos en este momento.
Tales variables puede ser nuestro estado emocional, nuestra motivación para reunirnos con según qué personas, nuestra historia emocional reciente (rupturas de pareja recientes, pérdida de seres queridos recientes, discusiones o traumas recientes, largo etcétera.) o nuestra situación laboral.
Existen muchísimas variables de este tipo que convendría analizar para decidir si es adecuado o no, sobre todo en términos de salud mental, fundirnos con las tradiciones más típicas de las fiestas navideñas.
La familia: una gestión siempre compleja
Curiosamente, el poder de decisión que tienen los familiares de nuestro alrededor suele ser notable, aunque dependiendo del rol que ocupe cada miembro de la familia en el desarrollo de la tradición. Históricamente, los niños y niñas no solían tener mucho poder de decisión y, ni tan siquiera opinión, en plantear el más mínimo cambio en una de las muchas tradiciones de estas fechas (como por ejemplo, poner una figura de Spider-man en el tradicional Belén).
Lo que «tocaba», se hacía, por tanto, y los niños y niñas simplemente formaban parte activa de esa tradición, tal como estaba establecida, o no, pero no era común dotarles de ningún tipo de poder de decisión. Esto, al igual que sucede con otras muchas dinámicas familiares, suele llevar a que el adulto actúe con cierta inercia o ciertos reflejos de ese niño «coartado», lo cual, curiosamente, también contribuye a que la tradición se mantenga como está, y que no haya ningún muñeco de Spider-Man en el Belén.
Entonces… ¿Qué hago?
Este post no pretende responder esta pregunta de forma directa, porque más que un post de reflexión o análisis, sería un post con un carácter imperativo o adoctrinador, cosa que poco tiene que ver con la bella disciplina de la Psicología.
Precisamente desde el ámbito psicológico se invita a que se haga aquello que nos haga sentir bien, libres, a gusto, con nosotros mismos, sobre todo, y también con los demás. Llegados a este punto, es importante apelar al concepto de autocuidado, que en estas situaciones que venimos comentando pueden llegar a convertirse en desafíos contra lo establecido, cosa que no todo el mundo es capaz de afrontar de una forma adecuada.
No está de más recordar esta serie de recomendaciones, que aun pareciendo sencillas, somos conscientes de su dificultad:
- Si necesitas vivir las navidades como días normales (todos los días o algunos) permítete el hacerlo.
- Crea tus propias tradiciones si te apetece hacerlo. A veces no comulgar con las tradiciones mayoritariamente aceptadas es compatible con crear nuestras tradiciones.
- Pon límites o di NO a planes que no te apetezcan. Sabemos que este tipo de límites son más difíciles de establecer ante familiares, pero con un estilo de comunicación asertivo el desafío puede hacerse más llevadero.
- Establece tu propia rutina si te apetece. Al haber días festivos, en los que también hay tradiciones no sujetas a fechas concretas (compras, ir a ver belenes, pasear por el centro de la ciudad o pueblo para ver las luces…), también hay rutinas asociadas a las que, por supuesto, podemos renunciar si lo sentimos así.
- Todas tus emociones son válidas. Algunos terapeutas tratan de describir esta idea exponiendo que la única verdad indiscutible es cómo nos sentimos, ya que nadie puede cuestionar el cómo nos sentimos o nos hemos sentido (se pueden poner en duda muchos aspectos de nuestra realidad, pero cada individuo es dueño de sus emociones y estas se viven de una forma innegable).
Alberto Álamo
Nº Col. AN08736
Hace muchos años que he aprendido a vivir asi las Navidades, tal y como las siento y tal y cómo me apetece . Sólo si me apetece compro algún detalle, solo si me apetece acudo a una comida , me niego a pisar un centro comercial y comer como si no hubiera un mañana.
Desde que he aprendido a que no voy a celebrar la navidad por obligación me siento genial en estas fechas haciendo lo que el corazón me pide y sin seguir normas sociales.