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Terapia psicológica vs terapia farmacológica

Que en España el nivel de antidepresivos y ansiolíticos haya llegado a impregnar los ríos (literalmente) hasta el punto de que de un tiempo a esta parte se esté estudiando el impacto de los restos de estas sustancias (que navegan desde las aguas residuales hasta diversos ecosistemas) no es una casualidad, y es que nuestro país es líder en Europa en el consumo de psicofármacos, y uno de los países con la tasa más alta de receta de ansiolíticos -¡atención!- del mundo.

Poca duda cabe de la popularidad, generalización y expansión de este tipo de fármacos, siendo cada vez más frecuente tener un familiar, un/a amigo/a, un/a conocido/a, o ser un/a mismo/a quien hace uso de ellos, a menudo, bajo la receta del médico de cabecera correspondiente. A excepción de algunas ciudades o comunidades autónomas en las que se está incluyendo la figura del/la psicólogo/a en atención primaria lo cierto es que lo más habitual es que no se produzca derivación a un especialista o que en última instancia se llegue a psiquiatría, no siendo todo lo frecuente que debería el poder acceder a otro tipo de soluciones a menudo más efectivas a largo plazo, como la psicoterapia o terapia psicológica.

Lo cierto es que muchas de las personas que reciben este tratamiento con fármacos acuden en algún punto a consulta psicológica, pero ¿porqué estando recibiendo ya un tratamiento precisan de una alternativa?, ¿cuáles son las limitaciones de la psicofarmacología?, ¿cómo tomar una decisión respecto a cuál es la mejor opción para mí si no hay un consenso en la comunidad científica?

Si actualmente tomas o has tomado alguna medicación, quieres dejar de tomarla después de mucho tiempo o si te estás planteando en la actualidad a qué profesional deberías acudir este post te interesa.

 

Psicofármacos: ni la panacea ni el demonio.

La psicofarmacología, en algunos casos, resulta útil, pero no es infalible: una ayuda, un empujón…una pequeña muleta. El problema de las muletas es que no caminan solas, es la persona la que debe recorrer el camino, un antidepresivo puede procurar que mi estado de ánimo esté un poco mejor, pero si nada más cambia en aquello que me ha llevado a la depresión eso no logrará que deje de sentirme deprimida.

La psicofarmacología, en algunos casos, resulta necesaria: existen determinados tipos de problemas para los cuales los fármacos suponen una mejora significativa en la calidad de vida de la persona, es el caso de la esquizofrenia, el trastorno bipolar, algunos tipos de psicosis…la medicación es una gran ayuda para mantener el equilibrio, un equilibrio desde el cual se puede fomentar la salud mental a través de la terapia psicológica, que a menudo se combina con la anterior.

En conclusión, este artículo no pretende demonizar todo aquello referente al consumo de psicofármacos, pues bien es cierto que como se ha apuntado anteriormente puede resultar beneficioso, con la salvedad de que el abuso de los mismos constituye una realidad y por ello es importante considerar que estamos ante un problema de sobremedicación. Muchas personas que no necesitan psicofármacos dependen de ellos en la actualidad.

 

¿Cómo sé si mi problema debe tratarse con medicación o no?

Consulta siempre a un especialista, los/las psicólogos/as están preparados/as para evaluar la necesidad de una derivación, o el requerimiento de emplear medicación para ser combinada con el tratamiento, si necesitas tomar algún psicofármaco el/ella te lo hará saber y te derivará. Al igual que ante una dolencia cardíaca acudimos al cardiólogo la recomendación es que deposites tu salud mental en profesionales que se dediquen a ello.

 

¿Puede la psicofarmacología solucionar mis problemas?

La psicofarmacología, en muchos casos, no es una solución, sino una medida paliativa.

Para la ejemplificación de esta cuestión hagamos un paralelismo con el colesterol, algo bastante frecuente en nuestra población.

A menudo las personas con el colesterol elevado utilizan medicación para reducir sus niveles, pero el colesterol alto, por muchas pastillas para ello que consuma la persona, no va a bajar “para siempre” si no se produce un cambio en el estilo de vida de la persona (mejora de sus hábitos de alimentación y actividad). A menos que ese cambio se produzca necesitará la medicación de por vida, y su problema no se habrá solucionado, sino que se estará “mantenido a raya” por algo externo, si retiramos la medicación el colesterol saldrá disparado.

Con la salud mental ocurre lo mismo, por ejemplo, en personas que padecen un Trastorno Obesivo Compulsivo es habitual que se receten ansiolíticos, y estos a su vez pueden disminuir la activación. Un descenso en ese nivel de activación per se no va a hacer que la persona, imaginemos el caso, deje de comprobar 30 veces si ha cerrado la llave del gas, porque los pensamientos, las creencias, el origen del problema, el mantenimiento del problema o cómo se ha reforzado esa conducta a lo largo del tiempo no tienen una relación causa-efecto con el nivel de activación, y por lo tanto no va a desaparecer con el consumo de una pastilla.

La recaída.

La terapia psicofarmacológica tiene una tasa de recaída significativamente superior a la de las terapias psicológicas (existiendo en este caso diferencias según el modelo), ¿a qué puede deberse este efecto?

Ciertamente si nos paramos a pensarlo es bastante lógico: si por las noches no puedo dormir, o me cuesta mucho conciliar el sueño porque estoy atravesando una situación difícil, porque mi trabajo es muy estresante, porque tengo dificultades en la relación con los demás y cuando llego a la cama no dejo de darle vueltas a lo que ocurre con mi pareja o por ejemplo si soy extremadamente autocrítico/a y vivo bajo un machaque tal que cuando llego a dormir me siento lo peor de la faz de la tierra es muy posible que ante la desesperación decida acudir al médico y pedir que me recete algo que me deje “kao” por las noches para poder dormir. ¿he aprendido a gestionar el estrés laboral?, ¿sé ahora cómo relacionarme mejor con mis seres queridos?, ¿se ha resuelto mi crisis de pareja? En efecto, la respuesta es no, puedo dormir y evidentemente esta cuestión no es baladí, pero nos quedamos en el corto plazo. ¿Cuál será el camino?

El camino al que lleva esta cuestión se bifurca:

– Por un lado, si quiero seguir durmiendo tomando la pastilla mi destino es la dependencia, con las implicaciones que puede tener en mi organismo a nivel de efectos secundarios. Además, la cronificación del tratamiento puede (y suele) conducir al fenómeno de la tolerancia: esto es que cada vez necesito una dosis mayor para lograr conciliar el sueño porque mi cuerpo se ha “acostumbrado” al efecto.

– De otro lado, puedo dejar la medicación. Ciertamente, este es el camino que en ocasiones lleva a la recaída: “no hay como no cambiar nada para que nada cambie”, si todo lo que hasta la fecha producía insomnio continúa presente al retirar lo que me hacía dormir la situación volverá al inicio. Es importante que en caso de querer abandonar la medicación siempre sea de forma pautada por tu psiquiatra, ya que lo contrario podría poner en riesgo tu salud.

Cuando los síntomas que padezco son mi sistema de alarma o cuando necesito sentirme así.

En una sociedad como la nuestra, en la que se fomenta de forma abusiva la importancia (y necesidad) de “ser feliz” de tal forma que lo que se escapa a esta premisa supone poco menos que el mayor de los fracasos, es cada vez más frecuente que determinadas emociones o estados emocionales se consideren “patológicos” y queramos “quitarnos eso de encima”.

El hecho es que, por ejemplo, la rabia o el enfado son emociones a menudo mal consideradas como “negativas”, cuando gracias a ellas logramos separarnos de algunas personas que nos dañan: si por ejemplo mi pareja me engaña mi rabia hacia ella favorece que me aleje, surge para ayudarme a salir de una situación dolorosa, si por contra sintiese alegría esa emoción no serviría de nada para el propósito de que yo sea capaz de separarme si ese es mi deseo. Las emociones tienen una función, si medicamos para no sentir en cierta medida nos estamos “desprotegiendo” e incluso podemos generar que los problemas empeoren o se cronifiquen.

Cuando las personas atraviesan un duelo la expresión de la tristeza o de las emociones vinculadas a esa pérdida de un ser querido es absolutamente necesaria para elaborar esa pérdida, si al poco tiempo de fallecer la persona pretendemos no estar tristes o deprimidos y recurrimos a la psicofarmacología para paliar un evento natural para el ser humano convertimos algo que simplemente sigue su curso en un problema, o puede que incluso nuestro duelo se complique porque queremos “evitar” la aceptación y/o el reconocimiento de la pérdida.

Las personas sentimos porque necesitamos los sentimientos, como el hambre o la sed, para avisarnos de que una necesidad no está cubierta, no todo son síntomas que debemos eliminar.

¿Es la psicoterapia una alternativa? ¿Cuáles son sus ventajas?

  • Utilizando la psicoterapia se puede ayudar a las personas a manejar los pensamientos, emociones o conductas que son de hecho las que les acaban llevando al consumo de psicofármacos.
  • La psicoterapia no sólo es una alternativa, sino que en muchos casos sus resultados son más satisfactorios y duraderos, siendo menos frecuente la recaída.
  • La psicoterapia no tiene los efectos secundarios nocivos para la persona ni su salud física que tienen los fármacos.
  • La psicoterapia, incluso aunque sea desde el ámbito privado, es más económica que toda una vida consumiendo fármacos.
  • Tiene propuestas de solución para problemas que la psicofarmacología no puede abarcar: desde la terapia se puede trabajar la autoestima, o las habilidades sociales, el conflicto de pareja… a día de hoy no hay ninguna pastilla para eso.
  • El autoconocimiento y el análisis de las causas de los problemas es lo único que puede probabilizar que ante la misma dificultad futura pueda actuar de forma diferente, de lo contrario puedo tender a la repetición y por ello tarde o temprano encontrarme en la misma situación indeseada.
  • Escuchar tus emociones y ser consciente de tus necesidades es el primer paso para cubrir la necesidad.
  • Muchas dificultades en las que tu psicólogo/a puede ayudarte no necesitan medicación, y si fuera necesario te lo hará saber.
  • Mediante la terapia psicológica tú tienes el control, no precisas de algo externo porque tú eres quien maneja tu mundo interno.
  • La terapia fomenta la aceptación frente a la patologización.
  • En ocasiones va a ser necesario que tomes medicación, también en combinación con la terapia, consulta siempre a un/a especialista tanto para comenzar el tratamiento como para su retirada.

En definitiva, desde la psicología se alza la propuesta de abogar por el crecimiento personal, la aceptación de las emociones, la resolución de problemas y la consecución de “la salud” como un concepto amplio al que le son transversales diferentes factores: la salud a nivel mental, físico, social o afectivo.

“La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”. – Sigmund Freud.

 


Pilar Rico
Nº Col. M-31466

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