El trastorno bipolar es una psicopatología del estado de ánimo, generalmente crónica, que ha recibido muchos nombres a lo largo del discurrir de la historia (enfermedad maníaco-depresiva, p.e.). De manera característica, las personas que lo padecen experimentan cambios inusuales en el modo en que se sienten, pudiendo diferenciarse periodos en los que cumplen criterios de un episodio maníaco y otros momentos en los que se muestran clínicamente deprimidos (ambos se desarrollarán posteriormente). Es importante destacar que estos altibajos no obedecen a una simple labilidad emocional, ni se corresponden con las naturales fluctuaciones del estado de ánimo que todos atravesamos en diferentes momentos, sino que la dimensión y alcance de los mismos reviste tal gravedad que condiciona la propia calidad de vida (alteraciones del sueño, modificaciones en el nivel percibido de energía y/o dificultad para pensar con claridad por enlentecimiento -bradipsiquia- o aceleración –taquipsiquia- de los contenidos mentales). El tratamiento farmacológico y psicológico es esencial, puesto que facilita el desarrollo de una vida satisfactoria. Aunque la patología puede afectar a cualquier persona en cualquier momento de su vida (prevalencia del 0,4-1,6% para el Trastorno Bipolar Tipo I y del 0,5% en el Tipo II), lo más común es que debute en la adolescencia tardía o inicios de la vida adulta.
Episodios clínicos de alteración del estado de ánimo
Seguidamente abordaremos la forma que pueden adoptar los distintos periodos de alteración anímica que se presentan en el contexto de un Trastorno Bipolar. En términos generales pueden aparecer situaciones clínicas de exceso (manía) o déficit (depresión) claramente diferenciadas tanto en dimensiones cognitivas como conductuales y fisiológicas, y que tienden a reproducirse con el devenir del tiempo de un modo no necesariamente alternante (tres episodios maníacos seguidos de uno depresivo, por ejemplo).
Episodio maníaco
Se caracterizaría por un estado de ánimo anormalmente elevado durante, al menos, una semana (o menos tiempo en el caso de que requiera hospitalización). En este periodo la persona puede proyectar una autoestima exagerada/desproporcionada, junto a una serie de alteraciones en la forma del pensamiento (aceleración) y el contenido o el ritmo del lenguaje (verborrea que en casos graves se manifiesta como una ensalada de palabras sin aparente significado). Las ideas suelen parecer atropelladas, expresarse de un modo caótico e inconexo, y absorber la atención de una forma muy profunda (generando distraibilidad secundaria). La conducta se ve también exacerbada en términos cuantitativos, por lo que la persona tiende a moverse o desplazarse mucho más (agitación psicomotora e incremento de la actividad intencional) y a participar en actividades que suponen el derroche de los recursos personales y financieros. La necesidad de descanso puede verse también reducida en estos momentos, por lo que se mantiene una intensa activación fisiológica y conductual durante la noche, en detrimento de un progresivo estado de agotamiento (cuya percepción puede pasar inadvertida para el paciente). En casos muy graves los episodios maníacos adquieren entidad psicótica, con delirios y alucinaciones generalmente congruentes con el estado de ánimo (sentirse superior al resto de personas o merecedor de un trato privilegiado por pertenecer a un colectivo que lo amerite, p.e.) y condicionar severamente las relaciones sociales y las responsabilidades personales.
Episodio hipomaníaco
En estos casos, la alteración del estado de ánimo se mantiene al menos durante cuatro días y puede cursar con una elevación del mismo (menos intensa que en la manía) o con la emergencia de irritabilidad. La alteración supone un cambio importante en el funcionamiento habitual, pero no llega a requerir una hospitalización ni condiciona de manera decisiva el desarrollo normal de la cotidianidad. En este supuesto no aparecen, en ningún momento, síntomas psicóticos (pues los mismos implicarían -por su severidad- que el episodio en curso es en realidad maníaco).
Episodio depresivo
Los episodios depresivos en el contexto de un Trastorno Bipolar son muy similares a los que se observan en la Depresión Mayor, que es el más común de los trastornos del estado de ánimo en la población general. Durante al menos dos semanas se apreciarían dos síntomas característicos: la anhedonia (o dificultad para experimentar placer) y la tristeza, siendo esta última de una intensidad tal que comprometería la capacidad de la persona para participar en las actividades cotidianas de su vida. En algunas ocasiones, durante los episodios depresivos, pueden aparecer ideas autolíticas que deben ser convenientemente valoradas por un profesional de la salud mental, puesto que en ningún caso se trata de amenazas vacuas. Otros síntomas característicos pueden ser la alteración del apetito (tanto por exceso como por déficit), la dificultad para dormir o la somnolencia excesiva (hipersomnia), la tendencia al llanto, el deseo de permanecer aislado y la aparición de pensamientos negativos que atenazan a la persona. Al igual que ocurría en el episodio maníaco, los casos graves pueden cursar con sintomatología psicótica congruente con el estado de ánimo (culpabilización por actos sobre los que no se tiene ninguna responsabilidad, como una guerra o el sufrimiento de un colectivo históricamente malogrado, por ejemplo).
Subtipos del Trastorno Bipolar
Existen distintos subtipos de Trastorno Bipolar, que se diferencian entre sí tanto por la expresión clínica (manía, hipomanía o depresión) como por el pronóstico. Se detallarán seguidamente.
Trastorno Bipolar Tipo I
Para el diagnóstico de este subtipo solo es necesario que la persona manifieste o refiera haber sufrido un episodio maníaco, actualmente o en otro momento (pasado) de su vida. Así pues, no se requiere la co-ocurrencia de periodos en los que se cumplen los criterios diagnósticos de un episodio depresivo, aunque son muchas las personas que también los manifiestan de manera retrospectiva (más del 90%). El orden y la secuencia en la que se presentan estos episodios es también muy diverso, sin que pueda determinarse una lógica exacta. Aunque la gravedad del trastorno bipolar puede ser variable (oscilando entre leve y severa con síntomas psicóticos), en general es una condición de salud con peor pronóstico que el Trastorno Bipolar Tipo II. Existen algunas personas que presentan una dinámica de ciclos rápidos (cuatro o más episodios en un año) y otras que muestran un patrón claramente estacional (con episodios que coinciden con el inicio del otoño/invierno y que remiten o se polarizan -viraje a depresión en caso de los maníacos o a maníacos en caso de los depresivos- en la primavera).
Trastorno Bipolar Tipo II
En este caso se presentan tanto episodios depresivos como hipomaníacos, sin que nunca se haya apreciado o corroborado ninguno de naturaleza maníaca (pues impediría la confirmación clínica de este diagnóstico durante el proceso de valoración diferencial). Tiene mejor pronóstico que el Tipo I, pero en este caso sí es necesario que se manifiesten periodos de ánimo deprimido (con las potenciales consecuencias que pueden tener sobre la vida de la persona).
Trastorno Ciclotímico
Aunque anteriormente se incluía dentro de la categoría de los trastornos de la personalidad, en la actualidad se considera en la de los trastornos afectivos. En este caso se aprecian, durante al menos dos años, oscilaciones del estado de ánimo importantes por sus implicaciones sobre la vida de la persona (puesto que suponen un cambio significativo en su forma de proceder) pero que no llegan a alcanzar una intensidad suficiente para satisfacer los criterios diagnósticos de los episodios maníacos o los depresivos. Estas fluctuaciones (subclínicas en cualquiera de sus extremos) se mantienen durante dos años o más en el caso de los adultos, o durante un año en el de los niños y adolescentes. Lo más habitual, como forma de expresión característica de este particular subtipo bipolar, es que se muestren momentos relativamente breves (de entre dos a seis días) con cambios alternantes del estado de ánimo individualmente relevantes (subidas y bajadas).
Algunas recomendaciones
Tanto el tratamiento farmacológico como el psicológico son importantes en el caso del trastorno bipolar, por lo que no debe dudar en solicitar ayuda en caso de que crea que puede padecerlo. Su médico y su psicólogo le orientarán para que pueda disfrutar de una vida plena con este diagnóstico. Como recomendaciones generales, no obstante, destacamos: ser especialmente cuidadoso con la medicación (siguiendo de manera exacta la posología que su facultativo le haya indicado), mantener una rutina para la comida y el sueño, asegurarse de dormir lo suficiente (especialmente durante los periodos maníacos), aprender a reconocer los momentos iniciales en los que se está produciendo el cambio en el estado de ánimo (lo que puede requerir de un entrenamiento previo) y mantener la paciencia. Se trata, en definitiva, de una condición que impone ciertos cambios en la vida; pero con la cual sigue siendo posible alcanzar nuestros propósitos en las distintas áreas en las que nos los propongamos.
Joaquín Mateu
Nº Col. CV-11848